Los trastornos de conducta alimentaria no son un problema reciente, de hecho uno de los casos más famosos es el de Santa Catalina de Siena en el siglo XIV. Ya desde niña comienza a rechazar los alimentos. Ingresa en la orden de las Dominicas y es consejera del Papa en Avignon, pero como no consigue evitar el cisma de occidente deja de comer y muere.
La primera referencia médica es un caso de anorexia que data del siglo IX en Avicena: el príncipe Hamadham como consecuencia de una profunda depresión muere por no comer.
En el siglo XVI comienza a haber datos de personas que sufren de inanición, con conductas alimentarias muy restrictivas y anómalas.
En el XIX, Gull en Londres y Lasségue en París describen casos de anorexia y atribuyen la causa a la histeria, por lo que le denominaron anorexia histérica.
Ya en el siglo XX Russel relaciona el origen biológico de la enfermedad con el psicológico y el social. A partir del resultado de sus estudios y los posteriores de Garner y Garfinkel la anorexia nerviosa de definió como un trastorno diferenciado y complicado de etiología multifactorial.
Así como la anorexia ha estado asociada a los religiosos, que utilizaban la restricción de las comidas como penitencia, la bulimia ha estado relacionada con las clases altas, que eran las que se podían permitir comer abundantemente e incluso vomitaban para poder seguir comiendo.
Ya en el siglo XVIII el Diccionario Médico de Londres describe la bulimia como un trastorno en el que existe una preocupación por la comida, con periodos alternantes de ingesta desmesurada y de ayuno.
Russel le denominó bulimia nerviosa y la consideró una variante de la anorexia nerviosa. En la actualidad se consideran trastornos diferentes aunque ligados.
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